domingo, 5 de septiembre de 2010

EMPOWERMENT EN LAS ORGANIZACIONES DEPORTIVAS

Empowerment marca una tendencia administrativa que ofrece una mayor autonomía a sus miembros, compartiendo con ellos información relevante y dándoles control sobre los factores que influyen en su desempeño laboral, lo cual naturalmente conlleva cambios sustanciales en el uso y disposición de todos los recursos que la organización dispone para lograr sus objetivos, incluyendo la generación de una estrategia de comunicación altamente eficiente y efectiva.

En general se entiende por empowerment, potenciación o empoderamiento, el hecho de delegar poder y autoridad a los subordinados y de conferirles el sentimiento de que son dueños de su propio trabajo. Es decir, en este caso el poder está delegado hacia todos los subordinados, lo que hay que saber es de qué tanto poder se inviste a cada uno de ellos para que el proceso de toma de decisiones sea lo más efectivo posible.

Como muchos expertos del tema lo han señalado, el empoderamiento es un proceso organizacional multidimensional de carácter social, en el cual el liderazgo, la comunicación y los denominados grupos autodirigidos, tienden a reemplazar esas estructuras formales altamente jerarquizadas y piramidales, por estructuras un tanto más aplanadas, en la cual cada miembro de la organización es partícipe del control y del poder, con el propósito esencial de potenciar el capital humano, para garantizar la consecución de los logros y los beneficios económicos y sociales de la entidad.

Es necesario considerar que el empoderamiento en general se fundamenta en tres aspectos centrales:

1. Capacidad de autogestión. Los individuos y sus organizaciones en términos de empoderamiento requieren capacidades y ciertos niveles de autonomía con respecto a su capacidad de diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación de situaciones específicas relacionadas con la propia situación de los individuos o de la organización, trátese de situaciones administrativas, deportivas o comerciales que permitan la consecución de los objetivos misionales de la entidad.

2. Capacidades de negociación comercial, deportiva y política. El ejercicio de la capacidad de autogestión requiere que el empoderado tenga capacidad real de resolver las situaciones comerciales, deportivas u organizacionales, de acuerdo con las políticas y fines misionales de la entidad.

3. Elevación de la autoestima y de la autonomía técnica. Se entenderán estos factores como la adquisición de conocimientos que permitan a los individuos y a las propias estructuras organizativas, tener el mayor grado posible de independencia para el desarrollo de sus actividades y el logro de mayores niveles de bienestar. Por ejemplo, si bien es cierto, el comité ejecutivo de una liga o de un club, tiene un poder determinante en el proceso de toma de decisiones, la escogencia del seleccionado que va a participar en el próximo campeonato dependerá de la experticia y de los conocimientos de los cuales dispone la parte deportiva. Nada más desmotivante para este grupo que la selección fuese escogida por el comité ejecutivo o que su decisión se viera afectada por la injerencia indebida de sus directivos.

Entendiendo entonces que el empoderamiento es una manera diferente de concebir el poder en la organización, es necesario igualmente reflexionar en el cómo se puede lograr este proceso para la entidad. De acuerdo con Johnson el empowerment fortalece el quehacer del liderazgo organizacional, le da fuerza al trabajo en equipo e incrementa la motivación y que por lo tanto, para convertirlo en una eficaz herramienta de desarrollo organizacional se deben considerar las siguientes premisas, las cuales deben ser promovidas por la dirección, en cascada y en todos los niveles:

 Establezca responsabilidad por áreas o rendimientos designados. Cuáles son los resultados esperados para el área, para la sección, para el cargo, para el puesto. Por ejemplo, la transferencia de jugadores entre clubes de la misma liga es responsabilidad de la comisión respectiva y no puede tardarse más de x tiempo, siempre y cuando, se reúnan los requisitos legales y estatutarios.
 Genere un sistema de control apropiado sobre los recursos, sistemas, métodos, equipos, que si bien es cierto, están bajo la autonomía del equipo de trabajo, requieren de medidores de productividad acorde, con la naturaleza y condiciones específicas de los servicios o productos por los cuales responde el área respectiva. Por ejemplo: ¿cuál es el tiempo requerido para resolver la transferencia de jugadores entre clubes de la misma liga?
 Tenga un control adecuado sobre las condiciones de trabajo. No espere resultados apropiados si el responsable de una labor no dispone de las condiciones óptimas para el desarrollo de su actividad. No puede conseguir jugadores técnicamente formados, si sus canchas de fútbol, no son las apropiadas o si no se respetan las condiciones contractuales de trabajo.
 Delegue la autoridad acorde con las características de la tarea y de los resultados esperados. Una carencia de autoridad apropiada dentro de los límites definidos para actuar en nombre de la liga o del club puede derivar en ineficiencias y en baja efectividad de los resultados esperados.
 Establezca y concerte con el responsable los logros esperados. Este nuevo esquema de concertación de logros, le permite al empoderado actuar con certeza frente a las diversas situaciones que la cotidianidad diaria de la organización le van presentado.

Ahora bien. Considere adicionalmente y tenga en cuenta en este proceso lo siguiente:

Para realizar el proceso de empoderamiento organizacional, es absolutamente indispensable tener claramente establecida una visión de la organización, que señale el rumbo y cómo la toma de decisiones ayuda a alcanzarla. ¿De qué sirve intentar un empoderamiento en la liga o club, si no se tiene un plan?

Las relaciones entre las partes de la organización deben ser efectivas, es decir, siempre orientadas al logro de los objetivos. Si bien es cierto, estas deben ir acompañadas de una excelente y respetuosa relación humana, los objetivos organizacionales prevalecen. En particular, no sobra recordar que las organizaciones deportivas tienen unos fines esenciales que van más allá de los resultados deportivos, financieros y sociales del club o de la liga, entre ellos, propiciar beneficios reales a la sociedad, como medio especial de educación, medio especial de prevención en los temas relacionados con la salud, o en el desarrollo cultural que la actividad deportiva genera para deportistas, espectadores, dirigentes, técnicos o personal administrativo, o en su compromiso de generar valores hacia la ciudadanía especialmente en temas relacionados con la ciudadanía, cultura ciudadana, participación, integración, pertenencia, solidaridad, disciplina, juego limpio, responsabilidad, entre otros tantos. Ello significa para la organización deportiva, considerar que sus relaciones en general además de ser efectivas, son sólidas, duraderas, que se extienden en el tiempo y que por lo tanto, no dependen de la febrilidad de un líder o del fuerte ánimo de uno de sus miembros, sino esencialmente del desarrollo de una cultura organizacional que responde efectivamente a las expectativas y condiciones cambiantes del contexto en el cual opera.

También es necesario dejar en claro, que empoderar a los miembros de la organización, signifique de alguna manera relajar la disciplina organizacional, por “obedecerse así mismo”. No. De ninguna manera. La idea es que la gente pueda trabajar en un sistema estructurado y organizado, el cual le permita desarrollar sus actividades adecuadamente, en torno a sus funciones y acorde con su competencia efectiva para el cumplimiento de sus labores. Esto facilita para cada quién saber en qué sitio se encuentra parado y a quién debe responderle por sus actuaciones.

No puede existir empoderamiento si no hay compromiso, responsabilidad y respeto efectivo en todos los niveles de la organización. No puede empoderarse a los niveles inferiores de la organización, si sus decisiones están siendo permanentemente cuestionadas y puestas en duda.

No puede haber empoderamiento si no hay lealtad ni perseverancia hacia el logro de los objetivos organizacionales. De paso es necesario aclarar que no se puede confundir la lealtad con la complicidad. La lealtad es una virtud, de una firme consecuencia y sinceridad hacia otra persona, siempre y cuando sus acciones estén ceñidas a la buena conducta, el altruismo, a su insospechado comportamiento o gesto superior y ejemplar, por lo tanto, es incompatible con el delito y las malas acciones. Así que un verdadero empoderamiento parte del principio de la lealtad no sólo que el subordinado le debe al superior, sino igualmente en la relación inversa.

Un buen proceso de empoderamiento, debe generar una estrategia de comunicación óptima, como ya se manifestó atrás. La razón es que la gente debe y desea estar enterada de lo que sucede en la organización: planes, estrategias, fracasos y éxitos. Cuando los miembros de la organización entienden la visión y la comparten, pero además conocen y están enterados de los logros y dificultades para alcanzar los fines esenciales, es muy probable que sea una persona mucho más comprometida e integrada de manera efectiva al cumplimiento de los objetivos, viéndose como parte integral de una organización y no como una isla al interior de ella.

Es bueno analizar y establecer sistemas apropiados de recompensa y reconocimiento, dentro del proceso de empoderamiento. Si bien es cierto, sobre todo quienes son funcionarios en ligas y clubes, se les paga por hacer un trabajo y se espera que ese trabajo sea excelente, los estímulos juegan rol primordial en el cumplimiento de las metas organizacionales. Una persona con empowerment tiene un sentido intrínseco de orgullo por sus logros y contribuciones hacia los fines de la organización y una muy buena posibilidad es generar sistemas de recompensa y reconocimiento orientados hacia los equipos de trabajo, pues además de estimular la colaboración entre las partes, rompe con esos viejos esquemas individualistas y prepotentes que aún subsisten en muchas organizaciones.

martes, 19 de enero de 2010

LA ÉTICA DEL DEPORTE

Las exigencias éticas contemporáneas están profundamente ligadas al proceso actual de globalización de la cultura, de las relaciones sociales, de la comunicación, de la vigencia y respeto por los derechos humanos en toda su dimensión (incluido el derecho al deporte y a la recreación) y de la economía. Ahora bien, ética es una palabra derivada del griego y en su acepción original significa "costumbres". Por lo tanto, cuando se habla de la ética, se refiere al comportamiento del ser humano, dentro de un contexto particular que involucra a un grupo en particular, al ambiente y en general a la cultura, dentro de ese amplio contexto de globalización que hoy predomina en las relaciones mundiales y en las cuales naturalmente se encuentra el deporte, como un fenómeno social de carácter especial, que impacta de diversas maneras sobre los individuos y la sociedad.

En tal razón las relaciones entre deporte y ética son evidentes, si se entiende que la ética es una opción consciente, profundamente humana, porque se trata de una construcción consciente, de un esfuerzo jurídico dentro de la lógica del derecho y necesariamente ha de plantearse para las organizaciones deportivas, pues será inevitable considerar que el mundo deportivo se enfrenta cada vez más, a nuevos desafíos planteados por la ciencia, la tecnología y el desarrollo resplandeciente de los Mass media, que han abolido los problemas de espacios tiempos y distancias.

Ello implica necesariamente encontrar un acuerdo sobre un cierto número de principios y normas de carácter ético, en el seno de la comunidad deportiva, sobre las formas de actuación de quienes en ese mundo participan y que regularmente los reglamentos y códigos de disciplina no alcanzan a cubrir de forma integral.

Hoy más que nunca, el deporte ha tenido que recurrir a la ética para regular la actuación de las diferentes personas en la vida deportiva. Cada vez es más frecuente escuchar y ver trampas, dopajes, comportamientos indebidos, denigrar de otros dirigentes, soslayar con fines oscuros una buena actuación deportiva, violencia en los campos deportivos, en las tribunas, fuera de los estadios, en los medios de comunicación ligados directamente a la actividad deportiva y en un sentido amplio hacia el resto de los Mass media; agresiones físicas y psicológicas, discriminación y otras tantas taras que afectan negativamente la imagen que a través de otros tópicos genera positivamente el hecho deportivo. Es evidente. Se desconocen los principios éticos en primera instancia de la simple actuación humana y en segunda instancia los principios propios de la ética deportiva. Allí están inmersos, periodistas, dirigentes, deportistas y auxiliares del deporte, haciendo caso omiso a principios básicos de vida y de convivencia humana.

Frente a esa avalancha de acontecimientos, algunos incluso surgidos desde la misma antigüedad del deporte, estos principios éticos fueron ya prohijados desde épocas tempraneras del deporte. En la era moderna, el esfuerzo del movimiento olímpico internacional en primera instancia, es absolutamente claro. Los ingleses en sus clubes, ya tenían en vigencia algunos de tales principios y el Barón Pierre de Coubertain refundador del olimpismo moderno, instauró la denominada CARTA DEL FAIR PLAY, que no es ni más ni menos, que el fundamento de un buen código de ética del deporte, un breve decálogo de principios que desde luego era indispensable comprometerse a cumplir. Como un referente para el lector, a continuación se transcribe integralmente:
"Sea cual sea el papel que juegue en el deporte, incluso como espectador, me comprometo a:
1. Hacer que cada encuentro deportivo, con independencia de lo que esté en juego y de la virilidad del enfrentamiento, sea un momento privilegiado, una especie de fiesta.
2. Atenerme a las reglas y al espíritu del deporte practicado.
3. Respetar a mis adversarios como a mí mismo.
4. Aceptar las decisiones de los árbitros o de los jueces deportivos, sabiendo que, al igual que yo, tienen derecho a equivocarse, pero hacen todo lo posible por evitarlo.
5. Evitar la mezquindad y la agresividad en todos mis actos, palabras y escritos.
6. No recurrir a trampas ni artificios para lograr el éxito.
7. Conservar la dignidad tanto en la victoria como en la derrota.
8. Ayudar a todos con mi presencia, mi experiencia y mi comprensión.
9. Prestar ayuda a cualquier deportista herido o cuya vida corra peligro.
10. Ser un verdadero embajador del deporte, contribuyendo a que mi alrededor se respeten estos principios.
Por este compromiso, me considero un verdadero deportista.
Entre la tolerancia y la fe, hay lugar para el “Respeto Mutuo”"
En una obra escrita por Coubertain entre 1905 y 1916, denominada Respeto Mutuo, tendrá oportunidad de presentar sus profundos argumentos sobre lo que significa este principio básico de actuación y su manifestación específica en el deporte.

Igual y paralelamente como parte central de este tema, se ha desarrollado un concepto que ha de ser impulsado por todos los que participan de los hechos deportivos: es el de la deportividad. Como lo manifiesta el Consejo Superior de Deportes de España, se entenderá por deportividad “…fundamentalmente el respeto a las reglas del juego. Pero también incluye conceptos tan nobles como amistad, respeto al adversario y espíritu deportivo. Deportividad es, además de un comportamiento, un modo de pensar y una actitud favorable a la lucha contra la trampa y el engaño. La deportividad es una concepción del deporte que trasciende del puro cumplimiento de las reglas deportivas para situarse en un entorno de respeto, caballerosidad y consideración del adversario, superando posiciones ordenancistas a favor de una serie de comportamientos que tengan el sello propio de quienes aceptan el compromiso de ser deportivos. La deportividad es ante todo un principio positivo. La sociedad se enriquece con la práctica deportiva y con lo que la misma supone de fomento de los valores de la personalidad más elevados a la vez que con el intercambio personal y social que el mismo supone. El deporte ayuda a conocer mejor, a expresarse y a desarrollarse en un entorno social en el que se valore la salud y el bienestar. La responsabilidad en el cumplimiento de estos preceptos afecta a las administraciones deportivas por su especial significación pública, los responsables del deporte a nivel gubernamental, autonómico y municipal, son los primeros que vienen obligados a dar ejemplo de deportividad, midiendo al máximo la repercusión de sus actuaciones y declaraciones públicas y velando por el interés general en sus actos de trascendencia deportivos. Especialmente, deben velar por la conexión entre deporte, educación y cultura y por la forma de subsumir y adaptar esta a las condiciones esenciales de la práctica deportiva, a las organizaciones vinculada con el deporte, las federaciones deportivas, clubes, asociaciones y todo ente de carácter y promoción deportiva deben asumir su responsabilidad para que su gestión, administración… se ajusten a los criterios de deportividad, de respeto a las normas y reglas deportivas, a los rivales y a los deportistas procurando que su actuación pública haga gala de esos valores; a las personas y específicamente deportistas, padres, educadores, técnicos, árbitros, directivos, así como los deportistas de la alta competición que sirven de modelo que deben guardar un comportamiento de respeto y compromiso con la deportividad y, finalmente, a los deportistas y dirigentes deportivos que por su especial protagonismo público y por el eco de sus actuaciones deben acreditar un comportamiento ejemplar que sirva de modelo a todos los demás actores del mundo del deporte, en especial a los niños y adolescentes, reprobar las actitudes favorables a la violencia, adoptar personalmente una actitud contraria a la deslealtad de terceros e imponer las sanciones adecuadas a aquellos comportamientos que acrediten insolidaridad o adulteración de una competición. Los deportistas, técnicos y dirigentes deportivos deben respetar las decisiones de los jueces deportivos, aceptando sus resoluciones y ejerciendo su legítimo derecho a los recursos que establezca la legislación vigente; deben acreditar que la deportividad y el respeto a las normas del juego están por encima de sus intereses y que tanto en la victoria como en la derrota, tanto en el éxito como en la decepción, su comportamiento público se ajusta a los principios de respeto al adversario, y de expresión de legítimo orgullo sin menoscabo del rival…”

A todas luces, el contar con códigos de comportamiento ético en el mundo deportivo, se ha constituido en un esfuerzo necesario, que hoy desarrollan tanto las organizaciones deportivas, como los mismos gobiernos a través de compromisos especiales de difusión y defensa de éstos valores fundamentales del deporte; la mayoría de Federaciones Deportivas Internacionales tienen sus propios códigos de ética y es obligatorio que los que participan de una disciplina deportiva los conozcan, los difundan y los hagan respetar.

De hecho y por su trascendencia la mayor expresión ética del movimiento deportivo, lo constituye el llamado juego limpio, que de acuerdo con el COI, “…demuestra las actitudes y los comportamientos deportivos que concuerdan con la creencia de que el deporte es una lucha ética… que no sólo implica la observancia de las normas escritas, sino que también describe las actitudes correctas de los hombres y las mujeres deportistas y el espíritu apropiado en que les guíe…” Es tal su importancia, que el MOVIMIENTO OLÍMPICO INTERNACIONAL, cuenta con un organismo encargado de promover el juego limpio en el mundo, denominado COMITÉ INTERNACIONAL PARA EL JUEGO LIMPIO, CIFP, con sede en Francia.

¿Estamos listos para asumir estos compromisos éticos, como integrantes del mundo deportivo?

Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad frente a tal tema. Sea por la simple acogida y aplicación que desde nuestra propia vida deportiva generemos en el entorno, o por la responsabilidad de hacer conocer a otros, estos principios esenciales que no sólo nos mueven como “gente del deporte”, sino como seres humanos.